CRÓNICAS DEL SAHARA OCCIDENTAL

21.07.2021 22:18

Crónicas del Sahara Occidental            *   Ahmesalem Abdelhay (Bruto)

Registros de las primeras acciones violentas

 A principio de la invasión marroquí al Sahara Occidental en el 31 de octubre de 1975, por el sector noreste del territorio, los militares marroquíes comenzaron la incursión armada, mientras en la trastienda se estaba planificando el plan de retirada del territorio por parte del colonialismo español, bajo custodia de la OTAN que defendía los intereses económicos y estratégicos de países europeos en la zona. Esta situación coyuntural se estaba consumando mientras la ONU simulaba defender el derecho de los pueblos a la autodeterminación. El pueblo saharaui siempre se encuadró perfectamente en ese formato de descolonización, pero esta cuestión en Naciones Unidas nunca tuvo el tratamiento que mercería.

  España como fuerza colonial, jamás asumió la responsabilidad de administrar este territorio hasta que su pueblo autóctono definiera soberanamente su propio destino. Mientras tanto el seis de noviembre de 1975 el rey marroquí anuncia la “marcha verde”. Una marea humana compuesta por tres cientos cincuenta mil marroquíes de distintas regiones del reino, sin ningún tipo de vínculos con el Sahara Occidental. La OTAN seguía dando luz verde, y el día catorce de noviembre del mismo año se firma el Acuerdo Tripartito en Madrid, una verdadera confabulación entre el gobierno español, el reino marroquí y Mauritania; un plan que fue estructurado por Henri Kisinger, funcionario de los EEUU, con participación de Israel, Francia y con el apoyo de varios estados árabes encabezados por Arabia Saudita.

Al cierre del año 1975 comenzó la tragedia contra un pueblo, y la complicidad del gobierno de España que entregó a verdugos marroquíes y mauritanos a inocentes poblaciones. Acorralaron como rebaño a los legítimos habitantes del Sahara Occidental, los lugareños que no esperaban ser traicionados por el país que en algún momento prometió respetar la voluntad de los legítimos dueños del suelo colonizado.

Por el sur del territorio saharaui, el gobierno mauritano invade las zonas de Rio de Oro. Esta invasión en contra de comunidades desarmadas y sin medios de transporte, lo que imposibilitaba la evacuación de civiles para poder escapar de las manos y las armas de los intrusos verdugos.

El gobierno español no le basto con entregar los territorios saharauis, además fue cómplice del genocidio practicado en contra de  las poblaciones originarias. Las fuerzas militares coloniales antes de retirarse, guiaron a los nuevos invasores con mapas y datos geográficos, al tiempo que utilizaban sus helicópteros para observar a los saharauis que huían hacia el este. Las actualizaciones de las informaciones sobre el movimiento de la población saharaui, fueron de vital importancia a las flamantes fuerzas ocupantes.  

Los inocentes contingentes de saharauis, recorriendo el desierto en el desesperado escape de las fuerzas criminales marroquíes pudieron conseguir seguridad en la región sur de Argelia, en la zona de Tindouf, pero es indispensable aclarar que la persecución y exterminio perpetrados por los invasores marroquíes, abarcó una campaña que comenzó en octubre de 1975 hasta el cierre del 1976.   

Los civiles saharauis sufrieron muchas pérdidas entre ancianos, mujeres y niños menores de edad. Muertes de civiles debido a los permanentes bombardeos de los aviones militares marroquíes que arrojaban bombas de napalm y de fosforo blanco, en las localidades de Oumdrayga, Gueltat Zammur, Tifariti, Bir-Lahalo,  Amgala, etc. En otro escenario, los saharauis que quedaron en las ciudades ocupadas no se salvaron de estas operaciones cruentas con impronta genocida, organizadas por militares, policías, gendarmes, agentes de inteligencia, la marina, y todas las  demás fuerzas de apoyo del Reino que  tenían luz verde del monarca para perpetrar cualquier tipo de atrocidades contra la población saharaui.

Las acciones violentas marroquíes fueron realizadas con la intención de lograr el mayor impacto psicológico en la población cautiva. Las incursiones en las casas de familias se caracterizaban por la brutalidad del foráneo, donde el robo de las pertenencias se mixturaba con las numerosas detenciones de mujeres y jóvenes, los que eran sometidos a largos interrogatorios con un formato que embiste cualquier consideración de los derechos humanos. 

 Los cuarteles militares que España dejo en Al Aaiun, sirvieron a estos actos aberrantes donde muchos saharauis perdieron sus vidas bajo la tortura en distintas mazmorras improvisadas por el ocupante. Muchas familias jamás pudieron averiguar el paradero de decenas de desaparecidos. También los campesinos fueron trasladados obligadamente a las ciudades, luego que las fuerzas marroquíes sacrificaran todo el ganado cabrío y los rebaños de camellos, con el criterio de no beneficiar en el abastecimiento a los integrantes del Frente Polisario.  

En la larga lista de atrocidades figuran destrucción y envenenamiento de los pozos de agua para impedir a que los combatientes saharauis encontraran aprovisionamiento. Muchos nativos fueron capturados en las aldeas de Haussa, Ejdeiria, Amgala, Farsia, Mahbes y en el desierto, y los llevaron con dirección a la ciudad de Esmara, donde fueron interrogados y torturados en manos del coronel El-Amarti. Este sujeto mató a decenas de saharauis en las detenciones, pero también utilizaba una práctica muy repetida en algunas dictaduras latinoamericanas, acostumbraba a tirar civiles desde las alturas a través de los helicópteros.

Una operación emblemática de exterminio de saharauis se registró a principios de 1976. La crónica cuenta que 26 hombres habían sido llevados en dirección de la ciudad de Tantan. Al acampar en la noche en la aldea de Lemsayed , el convoy militar que los transportaba recibe una llamada de auxilio de la ciudad de Hagunia, en esos momentos atacada por el Frente Polisario; finalmente como represalia un oficial marroquí a cargo de esa operación,  dio la orden de enterrar vivos  a los prisioneros saharauis que transportaba.  

Los ciudadanos saharauis en las ciudades sentían pánico y terror por el comportamiento de los marroquíes. Las familias no podían visitarse, y en Al Aiun desolada las poblaciones preferían escapar de la presencia sanguinaria de las tropas del entonces rey Hassan II. Todos anhelaban huir del volcán, de las manos represoras militares que cumplían órdenes de exterminio sin piedad alguna.

Lamentablemente muchos ciudadanos saharauis en las ciudades no disponían de medios de movilidad, y los más jóvenes no tuvieron más remedio que arriesgarse con sus vidas para sobrevivir. La fuga a pie y de noche era una salida, quizá la única alternativa para alejarse del calvario y unirse a las fuerzas libertarias del Frente Polisario.

Recuerdo una noche a un joven que había montado en una carretilla a su anciana madre. Su propósito era salir de las garras del invasor. En el comienzo de su recorrido lo encontré y le indiqué el camino que podía tomar para evitar los soldados marroquíes . Le dije que la mejor vía de salida de Al Aiun era seguir el cauce del río Saguiat Al Hambra unos 20 km, para luego tomar el camino donde encontraría a los combatientes del Frente Polisario. Le alerté sobre las provisiones que debía llevar, pan y agua, porque era imposible saber el tiempo que iba estar en su tránsito hacia una salida segura de la zona. 

Al despedirme del joven sentí una pena muy grande, porque esta persona que desconocía totalmente el desierto y los caminos que debía recorrer, deseaba viajar a los campamentos de refugiados en Argelia, y lo peor de todo era la dificultad que tenía su madre para caminar, una situación que aumentaba el riesgo, una escena que quedo firmemente tallada en mi mente.