Artículo: Mito sobre el Kurdistán. Comportamiento de la dirigencia de esa comunidad en Irak

06.02.2021 12:24

Existe un mito sobre la existencia de un Kurdistán independiente en la antigüedad. En realidad, lo que hubo fue un grupo de principados kurdos que dependían de Estambul, algunos de ellos ubicados en el norte de Irak. 

En la década del ´20 el jeque Mahmud Berzendji se autoproclamó humkudar o rey del Kurdistán, en una zona que abarcaba Suleimanie y regiones aledañas. El alzamiento de este pretendido monarca desató la represión del imperio británico, cuyas autoridades terminaron deportando al cabecilla al sur de la Mesopotamia.

En 1931 hubo otro intento de alzamiento, el del jeque Ahmed Barzani, quien huyó a Turquía cuando las fuerzas británicas se movilizaron para impedirlo. Más tarde Mustafá, su hermano, se dirigió a Irán con combatientes de su comunidad para ayudar a la pequeña República de Mahadad, nacida de un intento independentista conducido por el kurdo Qazi Muhammad que contó con el apoyo de la URSS.

La situación política en el escenario fue muy cambiante. Moscú acuerda con Teherán negocios relacionados con hidrocarburos, y abandona a los insurrectos de la efímera república creada por los kurdos en el noroeste de Irán, cuya breve existencia se extendió desde enero a noviembre de 1946. Sofocada la rebelión en Mahada, su líder Qazi fue ejecutado y el “legendario” Mustafá Mullah Barzani se exilió en la Unión Soviética.

El golpe que terminó con la monarquía en Irak y llevó al gobierno al general Abdel Karim Kassem, trajo nuevamente al escenario de la Mesopotamia al jefe kurdo cabeza del clan Barzani. En esos tiempos, su obsecuencia se manifestaba frente a las demandas del nuevo gobierno conducido por un grupo de militares antimonárquicos.

Se inauguraba en la Mesopotamia un proyecto político, que procuraba contener “los derechos nacionales y culturales de la población kurda”, implementando el uso de la lengua materna y la edición de publicaciones bilingües –kurda y árabe–, entre otras reivindicaciones. La adhesión incondicional del Mullah Barzani al gobierno lo llevó a ofrecer su apoyo militar al general Abdel Karim Kassem para sofocar un golpe perpetrado por el entonces coronel Abdel Wahab Chawaf.

Los clanes kurdos en general seguían las indicaciones del histórico Mullah, y en esa dirección acompañaban al gobierno militar de la Mesopotamia, en sintonía con las simpatías de las que gozaban de parte de la Unión Soviética.

Barzani cumplió al pie de la letra las exigencias de Bagdad. En 1959 un grupo de kurdos rebeldes se alzan contra el gobierno central, y él mismo se encargó de reprimir a los insurrectos y de expulsar del norte de Irak, a sus propios hermanos de sangre opositores al gobierno central.

En 1963 con el golpe llevado adelante por miembros del partido Al Bath, se inicia otra etapa de negociación entre el Mullah y los nuevos gobernantes de Irak. Del plan de exigencias del jefe kurdo, sólo son aceptadas aquellas vinculadas a cuestiones culturales. Esta situación llevó a una crisis interna dentro del Partido Democrático del Kurdistán (P.K.D.), cuya hegemonía estaba en manos del clan Barzani. Un sector aparentemente más “progresista”, liderado por Jalal Talabani, plantea la construcción de un Estado binacional. La actitud de este disidente tuvo como contrapartida el hostigamiento de la membresía ejecutiva del P.K.D. influido por Barzani, y al poco tiempo Talabani debió abandonar Irak.

El recorrido del Mullah y sus partidarios tuvo distintas vueltas a lo largo de la historia. En 1968, cuando el general Abdesalan Aref –quien había reemplazado a su hermano Abdel Karín Aref, jefe golpista en el año 1958–, es destituido por el militar bathista Ahmad Hassan Al Baker, los clanes feudales kurdos se ubican en distintas posiciones: mientras que Al Bath recibe en un primer momento la adhesión de Talabani, los Barzani prefieren seguir los objetivos de la dirigencia de Teherán, abocada a realizar operaciones para incentivar la inestabilidad política en la zona septentrional de Irak.

Durante los primeros años de la década del ´70 las negociaciones entre el gobierno federal iraquí y el P.D.K., tuvieron distintos altibajos. Por un lado los kurdos exigían extender sus dominios administrativos en el norte de Mesopotamia, incluso en regiones donde las poblaciones kurdas son prácticamente inexistentes, como por ejemplo Kirkuk, distrito rico en yacimientos petroleros, cuyos habitantes en su mayoría son turcomanos y árabes.

COMPORTAMIENTO AMBIVALENTE DE LA DIRIGENCIA KURDA

En 1972, con los primeros pasos en la nacionalización del petróleo, los acuerdos entre el estado iraquí y la URSS, generaron en la hoja de ruta de Barzani un cambio de prioridades respecto del proyecto de autonomía implementado por el gobierno federal. Sin embargo, en una actitud ambivalente, el dirigente feudal kurdo siguió enfrentando ciertas políticas esbozadas en favor de los derechos de la comunidad kurda, entre ellos una reforma agraria bathista que estaba en las antípodas de los intereses familiares del clan conductor del P.D.K.

Desde 1968 el partido Al Bath había pretendido llevar adelante un proceso de consolidación de los derechos de la comunidad kurda. El entonces presidente Al Baker se refería a los kurdos como una minoría nacional integrante de Irak, y en ese sentido los beneficios que otorgaba el gobierno quedaron estampados en el manifiesto del 11 de marzo de 1970, y en las sucesivas normativas que se fueron dictando en defensa de la identidad kurda.

En realidad, para los clanes feudales kurdos las medidas y reformas rurales implementadas por el bathismo, significaban un claro perjuicio a los intereses de esos sectores latifundistas. Los cambios en la vida política iraquí implicaban la incorporación de las minorías como verdaderos artífices del destino de la nación.

Quedaban integrados tanto los grupos nacionales kurdos y turcomanos, como los sectores religiosos minoritarios pertenecientes a los yazidíes, shabaks y cristianos primitivos –asirios, caldeos, sirianos- etcétera.

Idris y Masud Barzani, hijos del Mullah, continuaron con esa política “coherente” practicada por la cabeza de la familia. La desestabilización del gobierno iraquí formaba parte de esos planes, alimentados en los primeros años de la década del ´70 por el sha Reza Pavlevi e Israel.

En 1975 se desarrolla en Argel una reunión de alto nivel entre los gobiernos iraquí e iraní. Bajo los auspicios del gobierno de Houri Boumedien, Sadam Hussein en representación del gobierno bathista firma con los representantes iraníes el famoso Acuerdo de Argel donde se dispone, entre otros temas, el cese del apoyo del gobierno persa a los rebeldes feudales kurdos en el norte de Irak y el retiro de la asistencia iraquí a las fuerzas insurgentes en la zona árabe de Al Ahuaz, ocupada por Irán. Al mismo tiempo Irán exige compartir la soberanía del Shat Al Arab, esa ancha vía acuática formada por la confluencia de los ríos Tigris y Éufrates que desemboca en el golfo Árabe.

Durante mi estadía en Bagdad en el año 1975 solicité a los miembros del partido gobernante entrevistarme con miembros de los grupos insurgentes que operaban en la zona del Arabestán –Al Ahuaz–, porque contaba con información procedente del partido Bath de Siria –opositor al de Irak–, sobre el cierre de las oficinas de los grupos de liberación de la zona árabe ocupada por Irán. Según mis informantes sirios, los iraquíes habían clausurado y bloqueado cualquier expresión propagandística árabe-ahauzie, de acuerdo a lo pactado con las autoridades iraníes en el acuerdo de Argel.

Fue una sorpresa la información recibida de parte de los mismos miembros de los grupos de liberación de la región de Al Ahuaz. Me aclararon que en ningún momento el gobierno iraquí les había impedido realizar tareas proselitistas para apoyar la causa que defendían, además de ser explícitos al comunicarme que Ahmad Hassan Al Baker y Saddam Hussein( presidente y vice respectivamente), siempre los habían apoyado, prácticamente desde la asunción del gobierno en 1968.